Papel


Me repugna el papel blanco,
pues no tiene vida.
 
Mi mente crea,
mis manos lo acarician,
y mis ojos gozan,
cuando el papel se transforma.
 
Las palabras se incrustan,
el lápiz lo perfora.
Luego llegan los colores,
las luces, los aromas, 
los amores olvidados,
los fragmentos abandonados,
las risas enlatadas,
la tinta que resbala
como una lágrima fina.
 
Y entonces brilla,
lleno de vida,
único, 
nuevo,
y me sumerjo en una catarsis veloz,
sintiendo una liberación física y mental, 
un desahogo sin igual,
que me arrastra a la locura,
y ya no veo nada más,
solo la obra terminada,
sobre mis manos abatidas,
llenas de tinta y sal.


Fuente imagen: Conrad Roset

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